Debía de ser la una porque estaba sirviendo el turno de la comida. Nada muy interesante, era jueves, una semana cualquiera. Si bien algo parecía alborotarse. Mike, el encargado de eventos del BFI, se me acercó y, apelando a cierta confianza, me pidió que atendiese cuidadosamente a una mesa concreta. A la cual miro y veo a dos hombres sentados, uno de ellos llevaba gafas de montura de madera oscura y ancha. Si había un artista en la sala, sin duda era él. Al preguntarle sobre quiénes eran, Mike me comenta que esa misma tarde empieza un maratón de tres días sobre artistas visuales canadienses. Y añade: “yo ya he visto este espectáculo, ¡es impresionante!, conectan máquinas a sismógrafos y en tiempo real crean visuales y se inunda todo de un ambiente sonoro que cambia según los datos recibidos”.
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