Hunter ya conocía Edimburgo antes de llegar aquí. Y lo conocía por Trainspotting, por sus búsquedas en internet, por el Facebook. Seguramente tenía esa imagen idealizada que todos tenemos antes de llegar, quizás un Edimburgo plagado de jóvenes con crestas y aire gamberro, porque la magia de internet es que en la pantalla filtramos el mundo a nuestra medida.
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