Galdós tradujo a Dickens en una decepcionante versión. Blasco Ibáñez llegó a plagiar traducciones de Shakespeare. Los hay que se saltaron, en su tarea traductora, páginas de una novela cuya versión completa nos ha llegado hace bien poco. Y todos ellos, según Eduardo Mendoza, están aquejados por un mal común, el malhumor que invade a los traductores. No hace tantos años que han llegado las buenas traducciones de autores españoles que han dado su voz a autores ingleses a los que siempre habían admirado o a través de cuya obra surgió, quién sabe, su propia inspiración.
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Para el gran número de españoles malditos por esa especie de tara que nos impide hablar o aprender bien el inglés pero que amamos la literatura anglosajona, afortunadamente existen editoriales tan clásicas ya como Alianza Editorial o Anagrama, y jóvenes pero consolidadas como Impedimenta.