Quienes –como los vecinos de Coruña– sufrimos la controversia de los nombres de lugar, llegamos a hacernos observadores privilegiados de un fenómeno: el capricho de acomodar topónimos a las hablas y las culturas (o inculturas).
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Quienes –como los vecinos de Coruña– sufrimos la controversia de los nombres de lugar, llegamos a hacernos observadores privilegiados de un fenómeno: el capricho de acomodar topónimos a las hablas y las culturas (o inculturas).