Los gabinetes de curiosidades, auténticas colecciones de rarezas, nacieron en el S.XVI como respuesta a la curiosidad por conocer de primera mano el mundo remoto. Parte de esta curiosidad se dirigía a especímenes curiosos o extraños, que se coleccionaban como trofeos del mundo lejano y salvaje. Este impulso coleccionista dio lugar al nacimiento de estas habitaciones fascinantes repletas de especies animales y vegetales, minerales y objetos peculiares cuyo único punto en común era la curiosidad del que las había elegido.
Hoy todos coleccionamos y nuestros hallazgos se almacenan en los dispositivos que nos rodean. Guardamos miles de imágenes, vídeos, conversaciones, contactos, enlaces y archivos que describen el mapa de nuestros intereses y que evolucionan como lo hacemos nosotros. Ese es precisamente uno de los mayores intereses de estas nuevas colecciones, que almacenan a la vista, la historia de nuestras decisiones y descartes, dibujando un mapa preciso de nuestro proceso de crecimiento.
En ese sentido, es interesante cómo el uso de las redes sociales de Internet nos ha transformado y como esa transformación está ante nuestros ojos; hoy podemos consultar cómo nos comportábamos hace años cuando comenzábamos a usar las redes y el uso que hacíamos entonces de ellas.
Quizás podríamos decir que nuestro mapa identitario ha evolucionado y ya no es binario (analógico y digital) sino fluido, que discurre y se nutre de ambos mundos y que esta evolución podría ser, como ocurrió con la vida de la polaroid o el video beta, inmensamente breve. Nadie lo sabe, y quizás esa indeterminación es una de las claves del éxito de las redes, al ser ese espacio ambiguo y abierto que abre la puerta a nuevas fórmulas de comportamientos y relaciones.
© Daniel Vega Borrego
El coleccionista de secretos es el resultado explorar la red en busca de nuevos arquetipos de comportamiento que no coinciden con los modelos tradicionales sino que se sitúan en lugares intermedios y son la base sobre la que se apoyan nuevas posiciones, nuevos modelos.
Su falta de referentes e historia permiten especular acerca de su composición a través de los rastros que dejan o de las reacciones que producen y también obligan a comprender su estructura desde el detalle o la anécdota, algo que complica extremadamente la labor de los taxónomos y a la vez protege su proceso de evolución. En ese sentido, igual que ocurre con los nuevos comportamientos digitales, las obras de la exposición contienen a la vista no solo sus capas, su historia, sino también los descartes, las correcciones y los residuos. Así, cada criatura es una instantánea de un proceso de gestación y definición en constante movimiento, una especie de golem quizás condenado a deshacerse y desaparecer en el olvido o quizás destinado a perdurar y evolucionar. Solo el tiempo lo dirá, pero quizás esa instantánea de su existencia sea un día la única prueba de su estado de incertidumbre.
‘Voided lost fan’ © Daniel Vega Borrego
Voided Lost Fan Con los dedos húmedos recorre la superficie intentando dibujar su rostro entre los reflejos y las ondas de otras siluetas, sin saber que el reflejo es él, sin saber que ya sólo existe como morada de los otros. Absoluta inconsciencia del presente. Se puede ver el vacío que queda entre sus paredes abiertas y sus ojos de alambre. Es un himno de lo vano y lo virtual que se retuerce. Con la lengua húmeda lame el charco de algas venenosas que hay a sus pies intentando encontrar un espacio para él, sin saber que el espacio es él, sin saber que ya sólo existe como una sombra pálida sin matices.
Es la rima del armazón fatuo sobre el que se sustenta y al que ahora pertenecen todos los colores y visos que un día fueron suyos. Pero no es una cuestión de reproducción sino de transfusión, de una identidad que se mueve estéril desgastando las texturas, pero sin generar energía. Hay una forma de espiral que va de la cabeza a los pies y que me habla de la naturaleza entrópica de este cuerpo y su identidad.
Voided Lost Fan se mueve como el eco sin saber quién es él y quienes son los otros, sin poder discernir entre inflar y desinflar, sin entender que se ha convertido -sin ritual ni sacrificio- en la luz de una pantalla que se cuela entre los estores y las grietas de una bolsa de papel preparada para hiperventilar.
Texto: Javier Chozas y Victor Santamaría
SOBRE EL ARTISTA
Su trabajo reflexiona acerca del proceso de expansión de lo virtual hacia el territorio de lo real y explora los efectos que este nuevo escenario ha incorporado al mapa identitario del individuo.
Javier Chozas ha realizado diversar estancias como artista en Europa y China y ha expuesto individualmente ambos países, en China en la Galería Arcaute en 2009 y en España en la Galería La Zúa en 2010, en Galería Blanca Berlín en 2012 y en Twin Gallery en 2017. Ha participado en exposiciones colectivas en China, Holanda, Nicaragua, México, El Salvador, España, Estados Unidos y Alemania.
Fue galardonado en 2015 con la beca ETAC, Espai Transfronterer d’Art Contemporani (Girona) y en 2014 obtuvo la beca de la Fundación Hispano-Británica y British Council, Oxford. Fue seleccionado por la Casa de Velázquez para realizar una residencia artística en 2013, así como por la Fundación Banco Santander dentro de la convocatoria “Entreacto”. Además, en 2011 consiguió la beca de producción artística de la Fundación Arte y Derecho por su proyecto “Archivo Vital de Artistas de Madrid”, y la beca de residencia de El Ranchito.
Tiene obra en colecciones como la Fundación Reina Sofía, CAC de Málaga, Addaya Centre d’Art Contemporani, Ayuntamiento de Gijón, Fundación Antonio Pérez y la Fundación COAM.
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‘El Coleccionista de Secretos de Javier Chozas’ está hasta el 22 de Abril en la Twin Gallery de Madrid. La exposición finaliza con una visita guiada del artista a las 21,30 h
Fotos © Daniel Vega Borrego