David Bowie siempre estuvo orbitando en mi vida casi sin darme cuenta. Su imagen se fue metiendo subliminalmente en mi subconsciente desde la cabecera de Tocata: Pierrot paseando por la playa, astronauta atrapado entre cables. A mi hermana le regalan el single de ‘Under pressure’ que compartiría con Freddy Mercury. A mí me gustaba mucho pero Freddy brillaba demasiado para fijarme en ese señor repeinado.
No fue hasta los 13 o 14 años cuando leí un comic en el Fanzine de un amigo basado en las letras de ‘Héroes’, donde dos punkis de cresta compartían una jeringa en unos baños públicos como muestra de amor – me pareció la letra más romántica del mundo que me hizo intuir verdades superiores, que el amor nos hace mejores, que es algo efímero y que hay que exprimir cada instante.
Aunque no había escuchado nunca esa canción antes, se convirtió en un himno que realmente cambió mi percepción sobre él. Para mí su nombre me sonaba a música de viejos, pero claro era un niño ignorante que sólo acaba de comenzar su educación musical.
Fue ya en el Brujas de Marques de Vadillo donde se fue ampliando nuestro olimpo adolescente con ‘Happy House’ de Siouxsie, donde Iggy y su pasajero hacían vibrar las paredes. También sonaban en ese sótano Robert Smith y Morrissey y por turnos entraban a la pista cada uno de sus fans para invocar, por turnos, a su dios particular. Yo no podía quedarme sólo con uno y me emborrachaba con mis amigos y las bailaba todas.
David Bowie seguía apareciendo en conversaciones con mis amigos más mayores, que estaban ya de vuelta de lo que nosotros recién estábamos descubriendo. Siempre tuve la sensación de haber llegado unos 10 minutos tarde, tarde para la Movida, tarde para el punk, tarde incluso para el post punk.
Vivíamos de las migajas culturales de la época y de ellas nos construimos nuestro propio universo. Supongo que podría haber sido peor. Menos mal que en los 90 me desquité.
Perdón, me he ido por la tangente, Bowie… sí… Creo que fue ya viviendo en Londres en mis largas sesiones en The Swimmer de Holloway Rd – que tenía la mejor gramola del norte de Londres-, cuando me di cuenta de que Bowie lo impregnaba todo, que Bowie era para los ingleses lo que Camarón es para los españoles, alguien que, te guste o no, forma parte de tu cultura. Cada inglés sin excepción tiene un David Bowie favorito y todos están de acuerdo que ‘Tin Machine’ fue lo peor que hizo.
Joy Division antes de llamarse Joy Division, se llamaban Warsaw, en honor a una canción de Bowie de su disco Low, donde las atmósferas construidas por Brian Eno y bajo la influencia kraut de Cluster lo cubren todo como un viento gélido. Creo que es una buena canción para su funeral.
Foto portada: The Archer Station to Station tour © Photograph by John Rowlands 1976