Cecil Beaton fue uno de esos personajes a los cuales hoy denominaríamos como “hombre del Renacimiento”, expresión recurrente para calificar a todo artista capaz de desarrollar su talento en múltiples disciplinas y que no podemos, ni debemos, reducirlo a solo una de las facetas de su trabajo (esa insistente costumbre que tenemos los humanos de clasificar, etiquetar, o reducir a listados para unificar y tener todo bajo control).
En efecto, Beaton (Londres , 1904 – Salisbury, 1980), formado en Historia, Arte y Arquitectura, fue uno de los artistas más completos de su época: fotógrafo, escenógrafo, diseñador de vestuario de cine y teatro, escritor, dibujante, corresponsal de guerra, cronista de moda.
En Madrid, en la Fundación Canal y dentro del festival PHotoEspaña, todavía podemos asistir a la primera retrospectiva que de él se ha realizado en nuestro país, en su faceta de fotógrafo.
La muestra ‘Cecil Beaton, mitos del siglo XX’ se divide en cuatro secciones temáticas atendiendo a los sectores de la sociedad a los que pertenecían los fotografiados. ‘Cine y Hollywood’, ‘Arte y cultura’, ‘Moda y belleza’, ‘Sociedad y política’ albergan un total de 116 retratos entre los que se encuentran algunos de los personajes más relevantes del siglo XX.
“La tarea se planteaba complicada por la ingente cantidad de obra que Cecil Beaton acumuló a lo largo de su trayectoria. No obstante, teníamos claro que, dado que se trataba de la primera retrospectiva del autor en España, era importante mostrar una panorámica lo más amplia posible de los personajes de todos los ámbitos que fotografió, así como de las distintas épocas: las estrellas de Hollywood, artistas, filósofos, escritores, políticos, aristócratas, músicos…”, nos cuenta Oliva María Rubio, Directora artística de La Fábrica y una de las comisarias de la muestra, junto a Joanna Ling, responsable del departamento Cecil Beaton Studio Archive Sotheby’s Picture Library.
Tan solo es necesario citar los apellidos de los retratados para que uno se de cuenta del abanico de personajes ilustres que posaron para él: Dietrich, Garbo, Bacon, Dalí, Sartre, Cocteau, Brando, Jagger, Nureyev, Capote, Callas, Balenciaga, Dior, Churchill, Crawford, Streisand, Eisenhower, Giacometti, Stranvinsky, Chanel, Schiaparelli, Monroe, y un largo etcétera que nos hace pensar que terminaríamos antes con la lista de “a quién no retrató”.
Sus obras abarcan 6 décadas y, aunque siempre recordemos su lado más glamuroso, tuvo un destacado papel como corresponsal de guerra que marcaría su trayectoria posterior.
Oliva María Rubio nos lo explica:
“Una de las características de Cecil Beaton es la innovación. Beaton fue un gran innovador. Demostró una extraordinaria inteligencia para adaptarse a las cambiantes modas y fue capaz de reinventarse en cada época. Pasó de capturar la fiesta y la diversión de las décadas de 1920 y 1930 a documentar los horrores de la Segunda Guerra Mundial, y se dejó seducir, más tarde, por los activistas que agitaron Londres durante la década de 1960. Su trabajo en la II Guerra mundial, documentando no sólo los bombardeos de Londres sino también en el extranjero le influyó sobremanera. Cambia su estilo e incluso su forma de vida. Si antes de la guerra el decorado cobraba a veces casi más importancia que el retratado, después lo que cobra importancia es el retratado mismo, cuya alma trata de captar”.
Complementariamente, la exposición incluye algunas de las portadas de las revistas de la época cuyas fotografías fueron tomadas por Beaton. Destacamos una de ellas realizada durante la II Guerra Mundial, en 1940. Se trata de Eileen Dunne, una víctima de 3 años que apareció en la portada de la revista ‘Life’ y se considera como uno de los puntales para que Estados Unidos decidiera entrar en el conflicto contra los alemanes.
Al igual que Oscar Wilde o Truman Capote, Cecil Beaton fue uno de esos artistas que supieron trascender su propia obra convirtiéndose en sí mismos en su mejor creación. Como ellos, gozó de un gran éxito social, siendo requerido en las grandes reuniones de la alta sociedad. Fue un auténtico dandi que, por las notas que escribió sobre muchos de sus retratados, observamos que mantuvo una relación muy estrecha con la mayoría de ellos: abiertamente homosexual, a punto estuvo de casarse con su amiga bisexual, la actriz Greta Garbo.
Dotado de un don de gentes y saber estar fuera de lo común, convenía tenerlo mejor como amigo, ya que de lo contrario, podía resultar muchas veces extremadamente cruel debido a su “exceso de sinceridad”, su ironía y lenguaje mordaz. No por otra cosa fue bautizado por Jean Cocteau como ‘Malicia en el país de las maravillas’.
Se le acusaba en muchas ocasiones de frívolo, pero ¿no es acaso la frivolidad bien gestionada, al igual que el humor, algo muy serio?
¨Cecil Beaton se creó su propio personaje y su fama alcanzó tal nivel que hubo un momento en que todo el mundo quería tener un retrato suyo. Quizás lo que mejor pueda mostrar esa importancia del autor y lo que le valoraban los retratados lo encontremos en la declaración de Audrey Hepburn cuando dice: que siempre había querido ser bella y mirando las fotografías que le hizo Beaton, sabía que en algún momento lo fue. Y es que Beaton no sólo fue un grandísimo fotógrafo de moda y retrato, sino también un gran diseñador de vestuario y decorados y un buen escritor”, añade Oliva María Rubio.
El ya mencionado Truman Capote fue uno de esos grandes mitos que mantuvo una estrecha amistad con Beaton a lo largo de los años. El artista le hizo varios retratos a Capote y éste compuso un elogioso y certero perfil del fotógrafo recogido en su libro ‘Retratos’.
No deja de ser curiosa esta relación, considerando que el escritor americano poseía, al igual que Beaton, un lacerante e incisivo sentido del humor acompañado de una lengua singularmente afilada y crítica. No obstante, cuando uno lee las cartas que durante años Capote envió a Beaton, recopiladas en su obra ‘Un placer fugaz’, sorprende el cariño y respeto que ambos se tenían. El escritor aparece como alguien siempre preocupado por el bienestar de su amigo, apoyándole en todas las facetas de su carrera y animándole y dándole consejos para que éste no dejara nunca de escribir y publicar. Qué duda cabe que tener a alguien del calibre de Truman Capote de tu lado, elogiando tu trabajo, es algo que a uno le debía de otorgar muchos puntos.
Cecil Beaton fue director de escena y vestuario en 12 largometrajes y numerosas obras teatrales. Ganó 3 Oscar: uno en 1957 por el vestuario de la película ‘Gigí’ y dos, a la mejor dirección artística y al mejor diseño de vestuario, por ‘My fair lady’. En esta última estuvo trabajando 10 meses en 1963. A todos se nos viene a la memoria la mítica escena de las carreras de Ascot, para la cual decidió que todos los vestidos fueran en blanco y negro, recreando con ello las viejas fotografías de comienzos del siglo XX que vió durante su infancia y que le sirvieron de inspiración.
Beaton, no dudaba en irrumpir sin permiso en el set de rodaje durante los ensayos de la película, ganándose con ello la enemistad del director, George Cukor, y secuestrar a su protagonista, una exhausta Audrey Hepburn, a la que hacía posar delante de su cámara como modelo exclusiva; no solo con el vestuario diseñado para ella, sino con todos los demás estilismos que lucían el resto de personajes femeninos presentes en la famosa escena de las carreras. Acto seguido, se encargaba de hacer llegar las fotos a las mejores revistas de moda de la época, orquestando con ello una campaña publicitaria, que junto al resultado final del trabajo de Cukor, de los actores y del suyo propio, consiguieron crear uno de los mayores éxitos de la década y de la historia del cine en general.
En su vertiente de escritor también fue prolífico. Publicó 38 libros sobre fotografía y viajes y 6 volúmenes de diarios. Es autor también de ‘El espejo de la moda’, volumen lleno de anécdotas de las personalidades que dejaron su impronta en la moda de la primera mitad del siglo XX, desde mujeres del demi-monde de La Belle Époque, pasando por actrices, iconos de belleza de la época, aristócratas, escritores, hasta diseñadores como Dior, Balenciaga o Chanel.
El libro, una auténtica joya enriquecida con dibujos y figurines del propio autor, debería constar como manual obligatorio para todos aquellos que hoy en día se autodenominan bloggers o influencers de moda.
Cuenta Beaton, en dicho libro, como Marcel Proust, durante la redacción de ‘En busca del tiempo perdido’, estuvo investigando respecto al color de las plumas que una determinada dama de la alta sociedad había usado en su sombrero 10 años atrás. Proust sabía perfectamente hasta qué punto lo efímero podía reflejar algo que va más allá del breve límite de su tiempo. Del mismo modo, Cecil Beaton supo crear, con esos momentos efímeros que son los disparos de una cámara, imágenes eternas que perdurarán para siempre.
La exposición'Cecil Beaton, mitos del siglo XX' puede verse en la Fundación Canal de Madrid, dentro de PHotoEspaña, hasta el próximo 19 de agosto.