Con motivo de su presencia en el Reino Unido, para presentar la película en el London Spanish Film Festival, Brit Es tuvo la oportunidad de desgranar las complejidades de Stella Cadente junto a su creador Lluis Miñarro. Aunque, más que entrevistadores, nos gusta sentirnos privilegiados interlocutores de una de las mentes más visionarias y lúcidas del panorama cinematográfico actual. Fotos © Noela Roibás
Las palabras “vanguardista”, “divertimento” o “polémica” han sido empleadas a menudo por los críticos para definir Stella Cadente (2014) el primer largometraje de ficción de Lluis Miñarro. Rara avis del sector, el catalán combina sin complejos su experiencia como productor arriesgado y comprometido con su trabajo detrás de las cámaras. Como productor le debemos Uncle Boonmee who recall his past lives, que le valió ser reconocido con la Palme D’Or en Cannes en 2010. También Cosas que nunca te dije (Isabel Coixet, 1996), Honor de cavallería (Albert Serra, 2008), En la ciudad de Sylvia (José Luis Guerín, 2007), El Cant des Ocells (Albert Serra, 2008) y Finisterrae (Sergio Caballero, 2010), por señalar sólo algunos de los treinta títulos que componen su filmografía.
Si la lista de filmes que produce nos dan una idea del tipo de historias por las que apuesta, sus documentales Familystrip, Blowhorn y 101 ilustran a la perfección un universo personal y completamente inclasificable.
Con Stella Cadente (2014) Miñarro vuelve a ponerse detrás de las cámaras para contar el breve reinado de Amadeo de Saboya. Recrea un período convulso de la historia de España, que marca el fin del Romanticismo y el inicio de la modernidad. Un rey ninguneado por todos, que vive recluido en su palacio, abandonándose a la melancolía, la contemplación y la belleza. Mientras, fuera de su refugio, el país se desintegra como consecuencia de la corrupción, la abulia, las tensiones políticas y una severa crisis económica.
Con motivo de su presencia en el Reino Unido, para presentar la película en el London Spanish Film Festival, Brit Es tuvo la oportunidad de desgranar las complejidades de Stella Cadente junto a su creador. Aunque, más que entrevistadores, nos gusta sentirnos privilegiados interlocutores de una de las mentes más visionarias y lúcidas del panorama cinematográfico actual.
En su currículum destaca su larga trayectoria como productor y Stella Cadente es su cuarto trabajo en la dirección, ¿se siente más director que productor, o viceversa?
De las dos maneras, aunque es diferente. El productor es el gestor de todo desde el principio hasta el final, sobre todo en el tipo de cine que yo produzco, ya que se mueve en festivales, cinematecas y sitios más alternativos. Hay que proteger e ir con la película a todas partes, buscar financiación, etc.
Como director, en cierta forma el trabajo es más íntimo y personal, tal y como yo entiendo el cine, [tu película] aparte de contar una historia es un reflejo de uno mismo. Son dos procesos creativos diferentes. Yo también aplico la creatividad como productor, a mi no me interesa la producción desde un punto de vista tradicional, pero es otra implicación creativa si estás dirigiendo.
Para mi el guión es un instrumento de trabajo a partir del cual se ha de improvisar. A mi me interesaba que cada actor expresara su propio mundo interior, que vieran toda la historia como un cuento y que cada uno inventara a su personaje.
Stella Cadente es un trabajo inclasificable y personalísimo, ¿Cree que ha sido más fácil llevarlo a cabo siendo también el productor de la película?
Yo estaba en un momento de parón por la crisis, sin hacer nada, perdiendo el tiempo con papeles. Y como este proyecto lo tenía ya hilvanado y escrito en una primera fase me dije: o lo hago ahora o no lo hago nunca. Fue en el 2010-11. Llamé a Sergi Belbel, el dramaturgo, que me ayudó a completar los diálogos. Entonces me lancé y después busqué la financiación, la cual aún no la he podido resolver al cien por cien. Entre otras cosas porque TVE no me ha comprado los derechos de antena de la película, como yo esperaba en un principio, a pesar del casting que tiene.
La hice en un período de crisis profesional después de haber producido treinta largometrajes. En el 2010, en concreto, cuatro largometrajes premiados en festivales internacionales, como la Palme D’Or en Cannes en 2010, mejor foto en San Sebastián, mejor película en México y Tiger Award en Rotterdam por Finisterrae….
El año en el que consolidaba mi productora [Eddie Saeta] en una línea de cine de prestigio, la crisis se ceba especialmente en la cultura en general y en el cine en particular. A partir de ahí estoy en la situación actual, de producir como máximo una película de bajo presupuesto al año.
La película cuenta con algunos anacronismos desconcertantes, que no dejan indiferente al espectador, es un tanto inesperado ver a un rey del siglo XIX bailando música Pop del siglo XX. ¿A qué es debido? ¿Cuál es la finalidad?
No quería hacer una película histórica al uso, ni un biopic, porque es algo que me parece incluso polvoriento, desfasado… ya se ha hecho muchas veces y no tenía interés en ello. Recuerdo que la primera vez que presenté el proyecto a TVE me propusieron hacer una serie para televisión y les dije que eso estaba muy lejano a lo que yo quería hacer, ya que yo tenía en mente una película más inesperada, porque creo que la vida es inesperada y que, aunque la planifiquemos, siempre te sorprende.
El anacronismo, sobre todo en el campo musical, lo hice porque participo de la idea de que la música transmite emociones y, si a ti te emociona Wagner, para mi está al mismo nivel que te emociones con Alain Barrière o Françoise Hardy, por eso lo incluí. Y también por lo inesperado como tú decías. De alguna forma lo presento como un juego al espectador para que, aunque la película aparentemente sea muy seria, pueda interactuar con lo que yo planteo. Todo es una mascarada, un trampantojo. Nada es lo que parece y, por ello, te puedes permitir todas esas licencias.
Destaca el soberbio trabajo de los actores protagonistas, Álex Brendemühl y Bárbara Lennie. ¿Resultó complejo el proceso de casting?
No. A decir verdad Alex Brendemurhl desde el principio pensé en él, porque tiene un físico que podía ser europeo, que no es muy latino, a parte, claro, de su cualidades como actor. Bárbara Lennie vino más tarde. He intentado trabajar con actores y técnicos con los que ya había trabajado anteriormente como productor, con la familia profesional, por así decirlo.
¿Podría comentarnos algo sobre su método de trabajo con los actores?
Lo apasionante es que no hicimos prácticamente ensayos, para dejarlos más vírgenes, y trabajamos la gestualidad, que era lo que realmente a mi me interesaba de todos ellos, incluso de Lorenzo Balducci. Yo creo que Alex tiene una gran cualidad y es que expresa con poco, no es un actor de diálogos. Buscamos la fisicidad, el gesto, la mirada, la posición, más que los diálogos.
Con Alex en particular, usamos como herramienta los mudras de yoga, para ver cómo poner las manos, ya que todo gesto en la película, todo detalle, tiene un significado, desde el movimiento de las manos hasta el color de las flores, para todo aquel que lo quiera ver o esté interesado en profundizar en esto. También revisamos el cine expresionista alemán: El Dr. Caligari, Nosfertu, Metrópolis, etc… Todo ese cine mudo en blanco y negro que daba importancia al gesto, el maquillaje, las manos, los párpados oscuros, la luz y las sombras. A veces él aparece de perfil, como si fuera una moneda.
Quizá podemos interpretar que ahora en España y en la Europa liberalista en la que vivimos, estamos en una situación crítica en cuanto a los valores humanísticos, sociales y políticos.
¿Hubo improvisación? ¿Realizaron aportes al guión?
Sí, sí, sí, sí! Sobre todo los principales, Alex, Lorenzo y Lola Dueñas. Para mi era una primera experiencia trabajando con actores. Yo he visto muchos rodajes trabajando con otros directores que precisamente no son propensos a tener actores profesionales. Normalmente para conseguir un mayor frescor los eligen sin mucha experiencia.
Conozco la dinámica de las dos formas de trabajar y mi reto como realizador, al no tratarse de un documental, fue precisamente trabajar con actores consolidados, pero desde otra perspectiva, la de no hacer caso meridiano al guión. Para mi el guión es un instrumento de trabajo a partir del cual se ha de improvisar. A mi me interesaba que cada actor expresara su propio mundo interior, que vieran toda la historia como un cuento y que cada uno inventara a su personaje. Creo que lo entendieron todos a la perfección y que todos están en el filo de la realidad y la ficción en todo momento, como en una ensoñación inesperada.
¿Por qué hacer una película sobre la figura de Amadeo I de Saboya, un rey prácticamente olvidado? ¿De dónde surgió la idea?
La idea surgió, como tantas cosas en la vida, a través de una anécdota: mi abuela me regaló un duro de plata de Amadeo de Saboya antes de fallecer y lo tuve conmigo durante mucho tiempo hasta que un día me entró la curiosidad por el personaje… a partir de ahí comencé a investigar y me encontré que había poca información y muy contradictoria, lo cual fue bueno y empecé a escribir, realmente des-escribir, el personaje y hacerlo mío… precisamente ese fue mi interés. Utilizar el desconocimiento del tema es un buen elemento para una película de ficción.
Así comencé a desarrollar la historia, que tiene sustratos auténticos apoyados en cosas que se conocen del personaje, pero que yo las he fantaseado a mi manera. Era masón, voyeur, leía novela erótica, tenía un amante, se vino con su asistente, todo eso es cierto, los personajes están datados históricamente, pero yo los he interpretado a mi manera.
El rey entrante plantea, con entusiasmo, reformas necesarias para modernizar el país: nuevas leyes, mejoras educativas, separación de los poderes de Iglesia y estado. ¿Ve paralelismos con la situación actual?
Son obvios, ¿no? España es un país que tiene periodos liberales, que son muy cortos y luego tiene periodos de contrarreforma que son mucho más largos. Quizá podemos interpretar que ahora en España y en la Europa liberalista en la que vivimos, estamos en una situación crítica en cuanto a los valores humanísticos, sociales y políticos.
Los actores también combinan en sus diálogos el catalán con el castellano de una forma natural ¿podríamos interpretarlo como una búsqueda de la convivencia de nuestras diferencias culturales?
Yo diría que los idiomas en general están para entenderse y no he querido dar, precisamente, ningún sentido político a todo esto. Yo he dejado que cada actor se expresara libremente en la lengua que se sintiese más cómodo, salvo al actor italiano que hablaba perfectamente castellano y creo que, si hubiese hablado en italiano sería ya rizar el rizo, ¡despistaría mucho!. Normalmente una audiencia extranjera no repara en esto, porque no todo el mundo conoce las particularidades de España y le suena todo parecido. Si yo lo he dejado así ha sido buscando la naturalidad.
(…) lo siguiente que me gustaría hacer es dirigir, dentro de un par de años, pero si la coyuntura es la de ahora intentaré que me la produzcan fuera de España.
El discurso político es claro en la película, y muy actual. A diferencia de otras cinematografías como la francesa, británica, estadounidense… donde el cine político goza de gran éxito y está a la orden del día, en nuestro país apenas hay películas que reflejen los grandes casos de corrupción, donde se den nombres, donde salgan a la luz los escándalos financieros, que ya de por sí seguro que daría para buenos guiones. ¿A qué cree que se debe? ¿no se atreven los productores con estos temas?
Creo que el cine español en general, el más industrial, es un poco ajeno a la realidad social, siempre lo ha sido. A veces sí ha mirado atrás hacia la guerra civil, otras veces se acerca a la realidad a través de la comedia, pero no es un cine propenso a películas abiertamente políticas, como puede haber sido el italiano. El cine italiano de los años 60 y 70 (La batalla de Algel, La operación Ogro, las películas de Francesco Rosi…) sí que darían un pronunciamiento muy directo con la política, pero no el cine español. En esta película sí se habla de política, pero de una forma metafórica.
¿Qué proyectos tiene en marcha como productor o director?¿Qué les diría a los lectores de Brit Es que aún no han ido a ver Stella Cadente?
Como productor estoy pendiente de dos películas que ya he terminado, una se llama La jungla interior del director Juan Barreros. Se estrena a finales de este mes en España. Una interesante propuesta que ya ha hecho un circuito por festivales y ganó un premio el año pasado en el Festival de Sevilla.
Y después está pendiente de estrenarse, el año que viene, la última película que he producido que se llama Aguas tranquilas, de la realizadora japonesa Naomi Kawase, que estuvo este año con ella en Canes y está pendiente de estreno ahora en Francia, después en el Reino Unido y el año que viene en España.
Ahora mi energía está puesta en mi película, en viajar con ella y en estos dos estrenos. Luego en posibilidades de hacer otra película… lo siguiente que me gustaría hacer es dirigir, dentro de un par de años, pero si la coyuntura es la de ahora intentaré que me la produzcan fuera de España.
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Entrevista coordinada por Miriam Rodriguez
Entrevistador: Ángel Villalba
Fotos © Noela Roibás