Hace tiempo tuve una conversación con un pasajero mientras viajaba a Londres. Un tema nos llevó a otro y acabamos hablando de su padre, un piloto de bombarderos durante la Segunda Guerra Mundial que se había sentido culpable el resto de su vida por todas las muertes a las que había contribuído. Kóblic habla de una culpabilidad similar pero con una vuelta de tuerca: el piloto nunca podrá olvidar el rostro de sus víctimas.
Hace tiempo tuve una conversación con un pasajero mientras viajaba a Londres. Un tema nos llevó a otro y acabamos hablando de su padre, un piloto de bombarderos durante la Segunda Guerra Mundial que se había sentido culpable el resto de su vida por todas las muertes a las que había contribuído. Kóblic habla de una culpabilidad similar pero con una vuelta de tuerca: el piloto nunca podrá olvidar el rostro de sus víctimas.
La película comienza con un puñetazo en el estómago: en una habitación en penumbra se nos muestra un primer plano del protagonista, Tomás Kóblic (Ricardo Darín). De fondo suena una inquietante música que recuerda el zumbido de un motor. Imposible adivinar lo que se le pasa por la cabeza. De repente, alguien le anuncia que ha llegado el momento. Nos damos cuenta de que nos encontramos en un aeródromo y de que los pasajeros que entran al avión son un grupo de prisioneros con signos de tortura. También descubrimos que Kóblic es el piloto, el cual se sube al avión y hace las comprobaciones rutinarias antes del despegue al tiempo que esta música desasosegante se intensifica. La acción se interrumpe abruptamente. [image_frame path=»http://www.brit-es.org/sites/default/files/Koblic_cartel.jpg» alt=»Koblic» title=»Koblic» />Koblic[/caption]
Comienza la historia. Kóblic se esconde en un pueblo de la Pampa, donde un amigo le ofrece refugio haciéndole pasar por piloto en su negocio de fumigación. El paisaje inmenso y luminoso marca el contraste con el tormento interior del protagonista y con la pequeña comunidad a la que se incorpora, la cual vive bajo la represión del comisario local (Oscar Martínez). Pronto entablará amistad con la mujer que regenta la gasolinera (Inma Cuesta), la cual vive sumida en su propio infierno.
Kóblic es una película de pocas palabras, en la que las miradas lo dicen todo. El paisaje bello y desolador, los rostros castigados de los lugareños, los perros flacos que merodean por doquier, las constantes tormentas, son también protagonistas. Su director, Sebastián Borensztein, comenta que desde el primer momento su intención fue contar con actores locales procedentes del teatro vocacional para dar más autenticidad a la historia. Lo que no imaginaba es que los numerosos perros que merodeaban por el lugar se convertirían en parte del elenco. El director decidió que debía dejárseles en libertad para que siguieran con sus vidas y acabaron incorporándose de forma espontánea a ciertas escenas, contribuyendo a subrayar la atmósfera de desolación que transpira toda la película.
La interpretación de los actores es intensa y contenida, especialmente en el caso de Ricardo Darín e Inma Cuesta, totalmente convincente como mujer de la Pampa. Habría que destacar la labor de dirección realizada con los actores secundarios, que están a la altura de los protagonistas.
Kóblic es una película claustrofóbica en espacios abiertos, pues el mundo se convierte en una cárcel cuando uno ha visto el horror cara a cara. Borensztein la describe como un western criollo dentro de un contexto histórico, utilizando como punto de partida una atrocidad de la que ya se cumplen cuarenta años pero sobre la que existe un pacto de silencio que no se ha roto aún. Sin embargo, definirla como una película de género abarata la grandeza de esta historia, que como los buenos vinos, ganará con el paso del tiempo.
Marta Moreno López de Uralde
——————
FICHA TÉCNICA
Dirección: Sebastián Borensztein
Producción: Pablo Bossi, Juan Pablo Buscarini
Guión: Sebastián Borensztein y Alejandro Ocón
Dirección de fotografía: Rodrigo Pulpeiro
Música: Federico Jusid
Reparto: Ricardo Darín, Oscar Martinez, Inma Cuesta