No es la primera vez que Eloy Domínguez Serén nos habla de diásporas y sus consecuencias. No Cow on the Ice (2015) fue un diario de sus años en Estocolmo, del extrañamiento ante un nuevo paisaje y a una nueva lengua.
Pero hay sitios encadenados al desarraigo, incluso para los que nacieron en ellos.
Eloy da voz a los que nadie escucha. Un grupo de amigos veinteañeros viven en un campamento de refugiados en el desierto de Argelia. No hay conversaciones directamente relacionadas con su situación social ni política, no se les pregunta sobre los 40 años de su pueblo atrapado en medio del desierto, cuando ellos ni siquiera existían. Eloy no busca alegatos ni frases aprendidas. Simplemente, les da espacio, los deja hablar, y es a partir de cuando empezamos a reconstruir historias como si fuesen puzles, las suyas y las de tantos otros, dramas camuflados entre risas, porque Hamada es un documental divertido y tierno, esperanzador, a pesar de todo.
El coche como símbolo de las ansias de libertad de este pueblo, pero también de su frustración: los desplazamientos son siempre muy limitados debido a su condición de refugiados.
Esta vez Eloy no narra en primera persona, aunque llegamos a intuir su rostro en una de las escenas, viendo la televisión con el resto de los jóvenes. Quizás esta ha sido la clave, no nos habla de él pero siempre ha sido parte, la única manera, quizás, de construir un relato honesto, de hacernos entender que la hamada está llena de voces que quieren ser escuchadas.
Sus trabajos anteriores, No Cow on the Ice y Pettring, ya fueron proyectados en anteriores ediciones de IberoDocs.