Entrevistamos a Sandra de la Fuente, guionista de ‘La calle de los pianistas’, premio del público en la sección Documentales en el Festival de Cine de Málaga.
En una pequeña calle de Bruselas hay una inusual concentración de pianistas. De un lado, la casa de Martha Argerich; del otro, la de los Tiempo-Lechner. Con apenas catorce años, Natasha Binder es la heredera y última promesa de una dinastía.
Sandra, tú tienes relación con el mundo de la música.
Claro, mi mundo no es otro que el mundo de la música. He estudiado música toda mi vida y en algún momento abandoné la práctica musical y entré a estudiar la Historia y la Filosofía del Arte en la Universidad de Buenos Aires. Yo digo que la universidad sólo sirve para encontrar a un profesor al que uno ame y con el que pueda establecer un contacto más profundo y a través de eso, entrar en un mundo intelectual más interesante. En este caso fue Federico Monjeau, un entusiasta que se dedicaba a temas de estética de la música. Un buen día él necesitó un compañero, un colega en el diario Clarín de Buenos Aires. Yo no era periodista y tampoco pretendía serlo, me gustaba mucho el mundo de la crítica musical, pero lo mío era más académico. Y bueno, entré al diario Clarín y allí construí una relación mucho más interesante con la cultura musical, no sólo del país sino del mundo. En ese momento mi cultura musical, que es algo completamente diferente, se expandió exponencialmente. Y gracias a ese universo fue que conocí profundamente a la familia Tiempo, que fue la que me dio la idea de este material de La calle de los pianistas.
Un día nos reunimos a comer, y Mariano Nante (…) me dice que tenía que pensar en un tema para un documental. Yo le digo: ‟Mira, yo tengo este…
O sea, que partió de ellos.
No, la idea partió de mí. Ellos me hablaban del lugar donde vivían, esa calle en Bruselas donde tenían de vecina a Martha Argerich y, bueno, me comentaban que a veces se sentían algunos de ellos un poco inhibidos porque tocaban y pensaban que ella los estaba escuchando. Y yo me dije: ‟Qué terreno sugerente para escribir un libro.”
El libro ese nunca llegó por temas personales, pero llegó 2013 y yo tengo un grupo de amigos a los que cariñosamente llamo ‟mis mancebos”. Un día nos reunimos a comer, y Mariano Nante, director de cine que toca jazz y ha tocado música clásica, y además es un entusiasta increíble, me dice que tenía que pensar en un tema para un documental. Yo le digo: ‟Mira, yo tengo este tema: son dos casas en Bruselas: en una vive la famila Tiempo, en otra vive Marta Argerich. Viven pegadas, se escuchan unos a otros y en 2.000 m2 hay aproximadamente diez pianistas establecidos, más veinticinco que llegan, más Mischa Maisky, más su hija, más Barenboim que también pasa por allí de vez en cuando… en fin, un ecosistema del mundo del piano.” A él le encantó el tema, dio un salto de la silla y dijo ‟Sí, hagámoslo”. Así fue que nació la película. Pero ahora me queda el libro por hacer.
¿Cómo será ese libro?
El libro toma las dos casas, la Rue Bosquet 22, la Rue Bosquet 24, y en cada una de ellas relata a través de entrevistas, que ya están hechas, la fábrica de pianistas que es el 22. Tu sabes que Lyl Tiempo ahí abajo, en ese sótano, fabrica pianistas: niños pianistas, parientes pianistas. Y en los distintos pisos van ensayando los hijos, los nietos, y en la casa de al lado vivió durante muchos años con gran intensidad Martha Argerich y su grupo de amigos. Ella es muy generosa con la gente que considera que necesita una mano de ella. Y aparte, ella se siente un poco, creo yo, culpable de su don. Entonces necesita como saldar esa culpa y está siempre entregando su casa, su tiempo, sus posibilidades a jóvenes de todo el mundo. Allí abajo, en el sótano, vivía Akane, que es una japonesa. Digo vivía porque imagínate, del 2001 hasta aquí las cosas han cambiado. Está el cubano Mauricio Vallina, está Alex Moguilevsky, que es hijo de un gran pianista ruso y que fue a parar a Bruselas con su familia y con su mujer, otra pianista excepcional. En fin, muchos pianistas en la casa de Martha de diferente origen, diferente estrato social, con diferentes inquietudes, pero con una vocación y un amor por Marta Argerich que los une, como un amor a una cierta divinidad. Y en la otra casa hay una dinastía. La casa de los Tiempo es una dinastía pianística.
Pero en el documental has elegido centrarte en la relación madre-hija.
Exactamente. Mariano lo decidió hacerlo así por una razón de tiempo pero también de cómo surgía la historia. Imagínate que él fue filmando. La primera vez fue a recorrer el lugar y a enterarse de qué se trataba. Y se encontró con que la relación abuela-madre-hija saltaba a la vista, era muy intensa, muy fuerte y le gustó muchísimo. Elaboró una intimidad con ellas muy rápido y le pareció que por ahí iba la historia. A mí me resultó un poco difícil aceptar que no iba a ser ‟mi historia”, pero trabajamos juntos. Para mí era un ecosistema de pianistas, pero él vio la dinastía y esa cosa de ‟soy o no soy” en la que encontramos a Natasha en ese momento. Yo entrevisté a Natasha cuando tenía ocho años y me decía “Bueno, yo voy a ser pianista pero también voy a ser peluquera, doctora… Si tenés cuarenta minutos, te digo todo lo que quiero ser.” Divina, divina. Y bueno, ahora está, efectivamente, con cuestiones vocacionales muy fuertes, porque, no sé, es la que menos se compenetra en el rol de pianista. Y tiene mucha vida social, va a la escuela todo el día… Pero vive con los abuelos, lo cual implica tener una relación de mucha intensidad con esa abuela que es un poco fuerte. Entonces bueno, hay conflicto.
Para mí era un ecosistema de pianistas, pero él vio la dinastía y esa cosa de ‟soy o no soy” en la que encontramos a Natasha en ese momento.
Me imagino como en cualquier familia del mundo hispano.
Sí, pero ahí la intensidad también viene por el lado de la actividad profesional, o sea, yo fui criada por mi abuela, prácticamente, pero ella no me decía que tenía que estudiar piano. Mi abuela sólo me decía que tenía que bañarme, comer y engordar. Pero allí la abuela es la que comanda, la que dice cuántas horas hay que estudiar al día, la que marcaba el repertorio – ya no, pero lo marcaba… Y la madre participa poco de eso porque es la abuela la que sabe cómo formar a un pianista. Entonces ahí hay una tensión que se ve muy bien en la película.
Hay un momento en que Natasha dice a los amigos: ‟Yo no soy pianista.” No sé si lo hace para no sentirse superior.
Me parece que coquetea con esa idea. Pero por ejemplo, estuvimos ahora juntas en Nueva York y fue curioso porque una señora del público le dijo: “Pero tú ya eres pianista, así que ya no hay problema con esa vocación. Evidentemente tu abuela te lo ha transmitido con mucha dulzura…” Y ella no dejó que la señora terminara y le respondió “No, yo todavía no soy pianista y no sé lo que seré. Justamente hay mucha tensión en esta relación.” Fue muy interesante escuchar eso, muy interesante. Ella está peleando. Como dice la abuela: “Que sean pianistas, después que elijan.” Aunque el costo de la elección puede ser la psicosis, si decides dejarlo algún día.
Porque todo ese esfuerzo se pierde.
Claro, en este caso es mucho más porque el entorno pianístico, que yo distingo del musical, es muy fuerte. Decidir hacer otra vida es cortar de cuajo, sacar un órgano del cuerpo.
Texto y fotos: Marta Moreno López de Uralde y Lorenzo Hernandez
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‘La Calle de los Pianistas’ ha obtenido la BIZNAGA DE PLATA PREMIO DEL PÚBLICO en la sección documentales y la Mención Especial del Jurado en la misma sección.
Dirección: Mariano Nante
Guión: Sandra de la Fuente y Mariano Nante
Reparto: Natasha Binder, Lyl Tiempo, Martha Argerich, Karin Lechner, Alan Kwiek, Sergio Tiempo
Productora: Piedra Angular / Daniel Rosenfeld Films
Documental Largometrajes Sección Oficial, ver más información en la Web del festival: https://festivaldemalaga.com/pelicula/ver/1176/La-calle-de-los-pianistas