Acaba de hacer las maletas para trasladarse a Madrid y tratar de ganarse la vida con su arte. Como muchos artistas. Pero en Brit Es pensamos que hay algo que le hace diferente: Más de 200.000 visitas a las videoperformances de su canal de Vimeo le avalan. Así que le invitamos a compartir con nosotros la primera mañana otoñal de Madrid. Para nuestra alegría, dijo que sí.
Nacido en Viveiro (Lugo) hace 27 años, David Catá sueña con vivir artísticamente la Gran Manzana algún día. La aspiración de muchos jóvenes creadores. Mientras tanto, acaba de hacer las maletas para trasladarse a la capital y tratar de ganarse la vida con su arte. Como muchos otros también. Pero en Brit Es pensamos que hay algo que le hace diferente.
No es solo cosa nuestra: Más de 200.000 visitas a las videoperformances de su canal de Vimeo le avalan. Y todo ello, a pesar de su gran timidez. O gracias a ella. Para descubrirlo, le pedimos a este fan confeso de Beethoven y del director de cine Lars Von Triers que compartiera con nosotros la primera mañana otoñal de Madrid. Para nuestra alegría, dijo que sí.
Déjame volar. David Catá from David Catá on Vimeo.
Dices que trabajas el “objeto intervenido”. ¿Nos explicas?
En mi caso, cojo objetos personales o familiares, como fotografías de carnet o fotografías de un álbum personal, y trabajo con ellos. En algunos casos añadiéndoles cosas… Por ejemplo, en todos mis proyectos cojo un elemento, generalmente efímero, y con ese elemento creo una metáfora.
Tu familia, tus raíces parecen clave en tu obra. ¿Hasta qué punto son protagonistas?
Bueno, todos mis proyectos hablan sobre la memoria, el paso del tiempo. En un momento dado se convirtió en una obsesión, sobre todo a partir de la adolescencia, pero no encontraba la manera de canalizarla hasta que empecé a tocarlo en mis trabajos.
Fue a raíz de las conversaciones que tenía con mi bisabuela cuando tenía 13 años, que pasaba las tardes con ella —era una mujer muy supersticiosa, creía en las brujas. De hecho a mi me decía que las atraía cada vez que me miraba al espejo—. Me contaba historias familiares y, muchas veces, esas historias me rondaban por la cabeza y necesitaba expulsarlas de alguna forma. No hablando con gente. Me costaba hablar de esos temas con amigos. Entonces lo abordaba a través de la fotografía. Y sin darme cuenta, vi que todo hablaba sobre lo mismo.
Déjame volar, Bajo mi piel, Ni contigo ni sin mí. Tu presencia es otra constante. ¿Pura necesidad?
Hasta el momento sí que estoy presente. Aunque no sea directamente, estoy a través de las personas que retrato. Estoy constantemente haciendo un autorretrato a través de ellos, aunque yo no salga. Son cosas que me preocupan, por lo que sí se puede considerar una necesidad el hecho de aparecer de alguna forma.
¿Podemos decir entonces que cada nuevo trabajo es un capítulo nuevo del diario de tu vida? Enseñando más y más de ti.
Así es y me sale de una forma muy natural. Cada momento de mi vida lo relaciono con un elemento, entonces abordo esas preocupaciones que tengo en ese momento a través de él. Por ejemplo, el hilo. Fue un momento complicado porque empezaba a abordar un tema delicado en mi familia. Era como que las personas de mi familia me marcaban, me dejaban huella en cierto modo. Entonces tomaba el hilo, como el hilo de la vida, como el elemento que te une a alguien también.
Antes de ese proyecto utilizaba el hielo como un intento frustrado por conservar a la gente: congelaba las fotografías. Al congelar las fotografías, la cara se distorsionaba por completo y aparte de fotografiar lo que es el cubito con la fotografía en el interior, las zonas donde no había hielo, las intervenía con arrugas. Entonces fotografiaba a la persona como estaba en la actualidad. Con las arrugas representaba el paso del tiempo; aunque esas personas quedasen plasmadas en una fotografía, el tiempo seguía pasando a través de ellas.
Por lo que cuentas, te desnudas de dentro hacia fuera a más no poder. Una desnudez que ha pasado a ser física en un nuevo proyecto que ya anuncias en tu web.
Ese es el proyecto de Berlín. En él el elemento son las cenizas, el fin de una etapa, de mi etapa en Berlín. Esas cenizas son el resultado de que para calentar mi casa allí tenía una caldera de carbón, por lo que aproveché esas cenizas para hacer el proyecto. Y el escenario es mi casa. O sea, como el fin de una etapa, el viaje, la mudanza, el regresar a mi pueblo a Galicia.
Ahora también estoy trabajando en un proyecto sobre eso, las raíces. Justo cuando regresé, se estaba vendiendo la casa de mi abuelo, donde había crecido toda la familia. Utilizo el dormitorio de mis abuelos que voy interviniendo con las raíces.
Y después tengo otro proyecto que espero tener para finales de año, que también es otro retrato en el que utilizo fotografía, vídeo y música —a los ocho años empecé a estudiar acordeón en el conservatorio—. Estoy componiendo piezas musicales para ese proyecto. Me detectaron una enfermedad degenerativa de los oídos que se llama otoesclerosis: el oído se va degenerando hasta que pierdes la audición.
Si uno mira tus puestas en escena, como en la que te coses un retrato en la palma de la mano delante de un público ojiplático, es inevitable preguntarse: ¿Cuánto tienes de provocador y cuánto de exhibicionista?
Pues…Complicado. No me considero nada provocador… o sí (risas). Es que… (risas). Cuando me preguntan si duele, siempre digo que impresiona más de lo que en realidad es. Sé que puede crear cierto rechazo o grima pero yo no le quiero dar importancia al dolor. Porque yo no hablo de dolor físico en mi trabajo. Hablo de dolor emocional.
Cuando hice el primer retrato en la mano tenía muy claro lo que quería hacer, pero luego pensé: no lo voy a hacer. Parece que estoy “taladrado” (risas). No tenía ganas… Soy muy tímido y no tenía ganas de sentirme juzgado.
¿Te daba miedo lo que pensasen los demás?
Un poco sí. Soy muy tímido. Pero a la semana siguiente hice otro retrato. Y pensé, que piensen lo que les de la gana. Y tiré para adelante.
Pero visto desde fuera, eres como un tímido de manual. El que es capaz de pasar de un extremo a otro sin pestañear, ¿no?
Si, aunque lo hacía más que nada por necesidad. Pero cuando se hizo viral, fue una locura. Entonces me llegó a crear hasta un poco de rechazo porque la gente me reclamaba que hiciese los retratos cuando ellos querían. Y yo hacía lo que sentía. Al principio hice varias performance en público. No me sentía incómodo en ese momento pero llegó un punto que me lo pedían y que lo que interesaba del proyecto no era el significado, sino el morbo de “el chico que se cose la mano”. Me empezó a dar pereza. No quería, lo rechazaba.
Es publicidad pero ese tipo de publicidad no me interesa, no habla de mi, no habla de lo que yo intento expresar, si no que se queda en lo puramente superficial del proyecto. Ese exhibicionismo no me gusta.
Pero hay uno bueno que sí te gusta…
Sí, el hecho de poder mostrar mi trabajo y emocionar al público, o que de alguna forma pues le despierte algo. Eso sí que me gusta. No pasar desapercibido.
Sí, sí, los tengo… (risas). Me refería a que la gente me decía que me estaba mutilando pero a mi no me lo parecía. Era una forma de expresar que el dolor no me iba a impedir a hacer algo en lo que yo creía.
Para acabar, no te voy a poner en el brete de que elijas una de las disciplinas que trabajas. Te voy a poner en uno peor. ¿Cuál de tus obras elegirías para ilustrar tu entrada en Wikipedia? La que mejor te define.
Es complicado (Silencio). Al proyecto A flor de piel le tengo mucho cariño porque ahí se ven representadas las personas que son importantes para mi. Llevo seis meses sin trabajar en él porque no lo siento ahora mismo, pero quiero que sea un proyecto de vida.
En especial me gusta el retrato de mi bisabuela* porque ella fue la desencadenante de todo.
* Imagen que hemos elegido para la portada de esta entrevista.
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Web del artista: www.davidcata.com
Agradecimientos: Gau & Café y Roll Madrid.