La Royal Academy of Art de Londres presenta una de las exposiciones más esperadas del año, la retrospectiva del artista, diseñador, arquitecto y activista Ai Weiwei, conocido por su conciencia social en torno a temas como la corrupción del estado chino, la defensa de los derechos humanos y la conservación del patrimonio. Su continuo enfrentamiento al régimen de Pekín, acostumbrado a imponer la ley del silencio, le ha valido la vigilancia, represión, el arresto domiciliario, agresiones y hasta la cárcel, bajo acusaciones tan dispares como evasión de impuestos o bigamia. Desde su confinamiento de 81 días en 2011 el artista no ha podido salir del país, pero sus exposiciones se han multiplicado por todo el mundo.
El espectacular avance económico de China en las últimas décadas se ha visto ensombrecido por las continuas denuncias sobre la falta de respeto a los derechos humanos de la población, incorporada de forma irregular a los sistemas productivos en masa. La respuesta a la represión gubernamental ha procedido de un destacable sector de intelectuales y artistas, que han desarrollado variados mecanismos de resistencia ante los continuos abusos del floreciente sistema, siendo Ai Weiwei uno de su máximos representantes.
Del arte a la política
De casta le viene al galgo. Ai Weiwei (Pekín 1957) contaba solo un año de edad cuando su padre, el escritor Ai Qing – considerado uno de los más grandes poetas chinos contemporáneos – fue denunciado como criminal durante una represión patrocinado por el gobierno comunista, dirigida a silenciar a los intelectuales contra la colectivización. Ai Qing y fue enviado a un campo de reeducación militar en la provincia noroeste, en las remotas granjas de Manchuria, donde era obligado a hacer trabajos forzados en pésimas condiciones. Allí permaneció con su familia hasta la muerte de Mao en 1976, fecha en que fue rehabilitado y devuelto a su hogar en Pekín. Ese año Ai Weiwei comenzaría su carrera como estudiante de cine en la Academia de Cine de Pekín. Allí pudo codearse con los que hoy son los grandes representantes del séptimo arte en China, como Zhang Yimou o Chen Kaige, y con otros artistas de la talla de Wang Keping, con el que junto a otros creadores formaría el primer grupo de arte político en China, Stars. Su primera exposición tiene lugar 3 años más tarde como componente del grupo – defensores de la libertad de expresión – mostrando varias acuarelas en una muestra no oficial, colgada en las barandillas del Museo Nacional y desmontada dos días después por miembros de la seguridad del Estado. En años sucesivos el colectivo artístico sería objeto de represión y alguno de sus miembros perseguidos y encarcelados, motivo por el cual Ai Weiwei decide emigrar.
Desde 1983 a 1993 vive en New York, donde conecta con la cultura occidental. Un proceso que asimilaría tomando fotos de todo lo que le llamaba la atención en su entorno, llegando a reunir más de 10.000 imágenes. Ya por entonces Weiwei empieza a ser intimidado por las fuerzas de orden, dada su especial dedicación a tomar imágenes de la brutalidad policial en las protestas y venderlas a la prensa. Igualmente se embebe del Pop Art, el arte Conceptual y el Minimalismo, mientras tanto, su producción artística se ve influenciada por los readymades de Marcel Duchamp, lo que le impulsa a abandonar la pintura para crear trabajos tridimensionales con materiales pre-existentes.
Diez años más tarde Ai vuelve a China empieza a producir artística y económicamente sus experiencias americanas. De crear obras contemporáneas, pasó a pensar el arte como un mecanismo de exploración y de cuestionamiento de la sociedad china – en supuesta apertura – con la que se encontró. Desde ese momento definió un elemento que se puede rastrear en muchas de sus obras: Ai Wewei busca crear una situación molesta y paradójica que cuestione la realidad, que denuncie los atropellos del gigante asiático, hoy día erigido como potencia mundial.
Un recorrido por la conciencia
La muestra arranca desde el año 1993 cuando el artista regresa a China, así como sus obras más recientes y otras creadas expresamente para la ocasión. Las imponentes salas de la Royal Academy, once en total, ofrecen al espectador instalaciones, intervenciones, fotografías y piezas en un recorrido dividido básicamente en tres partes: los proyectos generados a partir de eventos, el de obras inspiradas en su experiencia personal y su particular interpretación de la relación de este y el oeste.
La primera y espectacular pieza se encuentra el patio de acceso a la Academia. Son ocho árboles artificiales construidos a base de fragmentos de madera de diferentes especies procedentes del Sur de China. Para conseguir traer esos restos, la RA recaudó 100.000 libras con aportaciones de particulares, a cambio de grabados de edición limitada. Según los comisarios de la muestra, llegaron aportaciones de todo el mundo.
Tras un breve repaso por algunas de sus piezas más conocidas de los noventa nos encontramos con el Ai Weiwei más conmovedor: la instalación ‘Straight’ (2008-12), uno de los trabajos que marcaría con mayor fuerza la fusión entre arte y política, una denuncia al mundo después del terremoto que devastó la provincia de Sichuan en 2008. Fue en ese momento cuando Ai mismo declaró haberse dado cuenta de que su trabajo podía generar una mayor conciencia colectiva. El terremoto, que dejó en su mayoría víctimas menores de 12 años, reveló que detrás de la construcción de escuelas existía una red de corrupción y malversación de fondos públicos. Weiwei viajó a la zona y compiló una lista –única en China- con los nombres de los 5.300 niños muertos, reclamando a Pekín y solicitando respuestas. Este trabajo marcó el punto clave para que fuera considerado un activista peligroso en China y fortaleció su voz como líder social, al mismo tiempo empezó a ser objeto de represión del Estado, en 2009 Ai Weiwei tuvo que ser intervenido de una hemorragia cerebral tras ser golpeado por la policía.
La instalación ‘Straight‘ que ahora nos muestra la RA está, compuesta por una espectacular escultura central que representa una lápida con forma de capas tectónicas, custodiada desde las paredes por paneles gigantes que muestran los nombres y datos personales de las víctimas. La escultura está formada con doscientas toneladas de barras de hierro que fueron recogidas de forma clandestina entre los restos de los edificios destruidos, retorcidas por la fuerza del seísmo y enderezadas a mano por distintos artesanos para recuperar su forma antes del desastre.
Ai Weiwei trabaja en una amplia variedad de contextos, escalas y medios, los transforma para transmitir sus ideas, haciendo uso tanto de maderas nobles, porcelana, mármol o jade como de materiales de desecho. Entre los pequeños objetos podemos reseñar Surveillance Camera (2010) una reproducción en mármol de las cámaras de vigilancia que rodean su casa-estudio, o la instalación ‘He Xei’ (2013) a base de cangrejos rojos y verdes hecho en porcelana que recuerda a su famosa instalación de pipas de la Tate. Dicho crustáceo es sinónimo de la censura en la sociedad china, particularmente en Internet. En gran formato destaca ‘Souvenir from Shanghai’ (2012) una mole de bloques de piedra enmarcada en un pórtico tradicional chino de madera, construida a partir de los restos de su estudio en Shanghai, demolido por el gobierno tras haber sido invitado a construirlo.
Más irónica, en relación a la manera en que en su país se utiliza el patrimonio como gancho turístico tras décadas de destrucción sistemática, es la intervención en una serie de vasijas supuestamente neolíticas sobre las que pintó el logo de Coca Cola. Una obra que muestra la intención crítica de este artista al reunir en un solo objeto, por un lado, la tradición cultural de su país y por otro, cuestionar provocadoramente la forma en la que la sociedad china está enfrentando su reciente apertura a occidente.
El 3 de abril de 2011, mientras aguardaba para tomar un avión a Hong Kong, Ai Weiwei fue secuestrado por el gobierno chino que lo mantuvo detenido e incomunicado en un lugar desconocido los siguientes ochenta y un días. Su experiencia vivida en cautiverio inspira al artista para desafiar de nuevo al autoritario régimen de Pekín, mostrando una instalación compuesta por en seis dioramas de hierro a modo de bunker con pequeñas ventanas que invitan a mirar en el interior, donde representa con hiperrealistas figuras de fibra de vidrio los días que pasó retenido por la Policía. Dichas esculturas, que fueron fabricadas en secreto en China y luego enviadas al Reino Unido, encarnaban al propio artista y a los dos agentes de Policía que le vigilaban las 24 horas del día, observándole a 80 centímetros mientras comía, andaba unos pasos por su celda, dormía y hasta cuando tenía que ir al baño.
Desde el pasado mes de julio, Ai Weiwei ha recuperado su pasaporte y aunque en un primer momento el gobierno británico le negó el visado por tener antecedentes penales, rectificó y finalmente pudo llegar a tiempo para asistir a la inauguración de su gran muestra. Lejos de sentirse apaciguado por el favor británico, al día siguiente lideraba una marcha junto a su amigo, el escultor angloindio Anish Kapoor, cada uno con una manta doblada al hombro, por el centro de Londres para pedir a la Unión Europea que amplíe sus esfuerzos para acoger a los miles refugiados que huyen de los conflictos en Oriente Medio, Ai Weiwei declaraba «Reino Unido no está haciendo lo suficiente para contribuir a resolver el problema humano de los refugiados, si Reino Unido no contribuye de la forma que debería significa que ya no es fuerte como era, internacionalmente será un país débil». Genio y figura.
Despide al visitante una espectacular lámpara creada ex profeso para la ocasión, donde el artista reinventa las tradicionales lámparas de araña – símbolo de riqueza y ostentación occidental – combinando el cristal con ruedas de bicicleta, como metáfora de la innavegable red de la mano de obra china, paradoja del progreso.
En suma una muestra imprescindible que consagra a Ai Weiwei como uno de los autores más comprometidos con su tiempo, su activismo recuerda que el arte puede alcanzar un público más amplio y conectarse con el mundo real para intentar mejorarlo.
Foto portada: Portada del catálogo
Fotos: Dolores Galindo
Obras © Ai WeiWei
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Ai WeiWei
Hasta el 13 de Diciembre de 2015
Royal Academy of Arts
Burlington House, Piccadilly
London W1J 0BD