El Edinburgh Film Festival acaba de empezar. Cada año hay programa especial dedicado a un país, y este año el foco está puesto en España. Xosé Ramón Rivas, programador de este festival, ha participado en la selección de películas y cortometrajes. Apuntes para una película de atracos, de Elías León Siminiani, es una de las piezas que ha elegido, y podrá verse en la Filmhouse el 24 y el 26 de junio.
Bajo Madrid hay una ciudad invertida. Un Madrid en negativo, con túneles en vez de calles, con alcantarillas en vez de bloques verticales de cemento y hormigón. Ríos subterráneos, cables que alimentan a la superficie y sótanos que comunican los dos mundos.
Pocos conocen este laberinto, y Flako es uno de ellos. Su padre había sido un conocido ladrón de bancos, y él quiso repetir sus gestas y las de Albert Spaggiari, uno de los precursores de la técnica del buitrón.
Elías León Siminiani siempre había querido hacer una película de atracos. La de Flako parecía una buena historia, pero en las películas de Siminiani su vida nunca se esconde detrás de las cámaras. Si Mapas (2012), había sido un diario de viaje y de laberintos internos, Apuntes para una película de atracos vuelve a ser una crónica muy personal, aunque gana en estructura y en guión; su vida vuelve a pasar delante de las cámaras, pero toma fuerza al entremezclarla con la de Flako, porque a veces hablar del “otro” es la mejor manera de hablar de uno mismo.
Flaco, todavía preso, y Elías, a punto de ser padre, empiezan a conocerse poco a poco; ambos con dudas y cierta desconfianza, con vidas tan paralelas como opuestas, que convergen en las ganas de contar la misma historia. Son apuntes, haciendo honor al título, fragmentos de la vida de Flako, que se unen como las piezas de un puzzle: la fuerte influencia de su padre, su mujer, su hijo, el contexto en el que ha vivido. Y Elías: acercándose a la paternidad, las conversaciones con su pareja acerca del documental, la consciencia de la diferencia de clases que lo separa de Flako.
La película de atracos, ese gran género con resonancias épicas, se convierte en una reflexión sobre la paternidad, las diferencias sociales y la importancia del contexto. Vivimos esa transformación de la mano de Siminiani, que nos va transmitiendo sus dudas. La esperanza de encontrar en Flako (al que también llamaban el Robin Hood de Vallecas) a un anti-héroe, a la representación de la lucha anticapitalista, dio lugar a una pequeña decepción de Elías, para después recuperarse y encontrarse de lleno con el personaje real: el de un hombre que asfixiado por la crisis, encuentra en el recuerdo de su padre un posible escape a esta precariedad.
Perdemos la épica, pero ganamos realidad y frescura. Siminiani encuentra la salida del laberinto, nos mantiene expectantes mientras resuelve el puzzle aunque, como en la vida real, aún falten piezas. Como los sótanos en los que entraba Flako, esta, más que una película de atracos, es un puente entre dos mundos, entre la ficción y la realidad, entre la clase baja y la clase media, entre el Madrid que vemos, y el que pasa desapercibido, debajo de nuestras calles, o en los barrios de los que nunca hablamos.