Organizado por la National Portrait Gallery de Londres desde hace más de tres décadas, el BP Portrait Award se presenta por sexto año consecutivo en la National Portrait Gallery de Escocia.
Los retratos tienen algo de invasivo, para el retratado, observado por desconocidos durante segundos eternos, pero también para el visitante, inmóvil ante unos ojos que parecen interrogarle desde el lienzo. Organizado por la National Portrait Gallery de Londres desde hace más de tres décadas, el BP Portrait Award se presenta por sexto año consecutivo en la National Portrait Gallery de Escocia. La sala se llena de miradas que parecen perseguirme mientras la recorro. Son rostros serios, melancólicos, puede que desilusionados. Me fijo en las cartelas y reconozco muchos nombres españoles. La mayoría son retratos de familiares, quizás sea la mejor manera de hablar de uno mismo, de resumir nuestra historia.
Jorge Abbad-Jaime retrata a su mujer, Natalia. En ropa interior, Natalia aparece sentada en una banqueta con actitud relajada y lo mira, nos mira, con cansancio en los ojos, puede que tristeza. Salvador Antúnez retrata a sus abuelos, a sus padres y a sus tíos. Hay aquí algo de esas fotografías antiguas, de los escasos retratos que capturaban a nuestros abuelos y para los que había que posar durante minutos. La pintura ralentiza el tiempo, el instante del clic se convierte aquí en pinceladas, en horas, que intensifican la consciencia del retratista.
Me fijo en las cartelas y reconozco muchos nombres españoles. La mayoría son retratos de familiares, quizás sea la mejor manera de hablar de uno mismo, de resumir nuestra historia.
María Carbonell retrata a sus padres, casados durante casi cincuenta años. La familiaridad de esa convivencia extendida sobre tanto tiempo se refleja en sus batas, en sus pies descalzos y en esa silla vacía dispuesta siempre a acoger a alguien más a la mesa. El autorretrato de Jorge Castillejo nos recuerda a antiguos maestros. La figura levemente girada, los pinceles en la mano, me trae a la mente a los pintores más clásicos, al igual que el desnudo dibujado por Eduardo Millán.
Borja Buces dibuja a su madre y su hermano. Los que faltan también son parte de este retrato; su padre sufre esclerosis múltiple y no ha podido posar. Las ausencias, a veces, dejan su rastros en las arrugas de los sofás y en las miradas. Daniel Coves me inquietó con ese retrato de espaldas, con esa chica en un apartamento de Berlín, con esa bombilla desnuda. Puede que ese apartamento me recuerde a alguno en el que he vivido, apartamentos sin historias, o con demasiadas historias superpuestas. José Luis Corella retrata a su tío, retrata sus arrugas y su mirada que empieza a perderse. Retrata el momento en el que el cuerpo se convierte en cárcel.
¿Y si estos lienzos funcionasen como espejo ante nuestras historias y las de nuestras familias? El reflejo en los espejos siempre varía según quién permanece ante ellos.
Imágenes portada: Izquierda © María Carbonell / Derecha © Borja Buces
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