Brit Es asistió a la proyección de La Plaga, el primer largometraje de la directora catalana Neus Ballús. Un proyecto que mezcla ficción y documental. donde cinco personajes son filmados en su día a día interpretándose a sí mismos. Raúl, un campesino que trata de sacar adelante su cosecha de productos ecológicos; su vecina María quien, por problemas de salud es internada en una residencia de ancianos; Lurie, un joven moldavo que ayuda a Raúl en el campo, y que, en sus ratos libres, se entrena para el campeonato nacional de lucha libre; Rose, una enfermera filipina que trabaja en la residencia de ancianos; y Maribel, una prostituta ya mayor que cada vez atrae a menos clientes.
Que respiren aliviadas las tarjetas de crédito de los cinéfilos. La 57 edición del BFI London Film Festival llegó a su fin, para desconsuelo de los amantes del séptimo arte y regocijo de sus billeteras (a £16.00 cotizaban las entradas de los cines del West End y hasta £32.00 las Screening Galas). La Herida se nos quedó sin premio a Mejor Dirección Novel, que fue a parar a las manos Anthony Chen con Ilo, Ilo (éste ya había ganado la Camera d’Or en Cannes, podría compartir ¿no?). Ida de Pawel Pawlikowski se llevó el premio a la Mejor Película, My Fathers, My Mother and Me de Paul-Julien Robert’s, Mejor Documental y el guionista Jonathan Asser fue galardonado como Best British Newcomer (la traducción de artista revelación británico no me acaba de convencer) por su trabajo en Starred Up. El Premio Honorífico de esta edición recayó en el carismático Christopher Lee.
Como siempre, apoyando a nuestros talentos patrios en suelo anglosajón, Brit Es asistió a la proyección de La Plaga, el primer largometraje de la directora catalana Neus Ballús. Un proyecto que mezcla ficción y documental. donde cinco personajes son filmados en su día a día interpretándose a sí mismos. Raúl, un campesino que trata de sacar adelante su cosecha de productos ecológicos; su vecina María quien, por problemas de salud es internada en una residencia de ancianos; Lurie, un joven moldavo que ayuda a Raúl en el campo, y que, en sus ratos libres, se entrena para el campeonato nacional de lucha libre; Rose, una enfermera filipina que trabaja en la residencia de ancianos; y Maribel, una prostituta ya mayor que cada vez atrae a menos clientes. Poco a poco, las historias de los cinco personajes se van cruzando creando un fresco dela vida en Gallecs.
Ballús se pasó cinco años en su pueblo, conviviendo con sus personajes, conociéndolos y estableciendo un vínculo que queda magníficamente plasmado en la película. Como ella misma reconoce “el secreto de la gran implicación emocional de los personajes está en el largo proceso de la película”. Y muchas veces, el espectador tiene la impresión de que la cámara no está presente.
El dato de Gallecs es importante. Por un lado, es un lugar que la directora conoce bien desde que era pequeña. Por otro, se sitúa en un plano difícil de definir: en la periferia de Barcelona, no es urbano pero tampoco es rural. Llega a convertirse en un protagonista silencioso de la historia: ocre, polvoriento, asfixiante, con el perfil de la gran ciudad dibujado en el horizonte. Durante el coloquio posterior a la proyección, Neus Ballús admitió su intención de impregnar el largometraje de una atmósfera western. “hablamos de la vida en los márgenes del sistema, en un paisaje extraño, en pleno verano… siempre tuve en mente este género”.
Ballús se pasó cinco años en su pueblo, conviviendo con sus personajes, conociéndolos y estableciendo un vínculo que queda magníficamente plasmado en la película. Como ella misma reconoce “el secreto de la gran implicación emocional de los personajes está en el largo proceso de la película”. Y muchas veces, el espectador tiene la impresión de que la cámara no está presente. Una vez establecida una relación de confianza mutua, la directora los grabó interpretándose a si mismos, a partir de un guión que escribió con la colaboración de Pau Subirós.
La sensación de intimidad que envuelve la película está muy lograda, con buenos primeros planos y un gran diseño de sonido. Tener a cinco ciudadanos de a pie interpretándose a si mismos con naturalidad me parece una hazaña, a pesar de que hay un par de escenas que parecen sacadas de “Escuela de Arte Dramático, primer curso: Taller de Improvisación”.
La Plaga es un canto a la gente corriente y un homenaje a un concepto tan español como “tirar pa’lante”. La prostituta explica que tiene que trabajar porque tiene un hijo en paro, una hipoteca y muchas facturas que pagar. Los agricultores esperan la llegada de la lluvia que aniquile la plaga que está diezmando sus patatas. La joven cuidadora filipina llora la muerte de uno de los ancianos del hospital, a quien consideraba como su abuelo. El luchador sigue acudiendo al entrenamiento, a pesar de estar exhausto después del trabajo. Cada personaje afronta su vida y sus pequeños fracasos con entereza y dignidad, sin grandes dramatismos. Y, a pesar de la incertidumbre que preside el día a día, la película no presenta ni un ápice de derrotismo.
Un trabajo, en resumen, muy recomendable que fue presentado en Berlín y viene avalado por su presencia en numerosos festivales: Forum Festival de Cinema d’Autor de Barcelona, fue proyectada en la clausura del Festival de Málaga, Festival de San Sebastián, Festival du Cinema Espagnol de Toulouse y Seminici, por destacar algunos. Y acaba de ser nominado a los European Film Awards.