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Ariadna Fatjó-Vilas, talento Brit Es en los Óscar

por Miriam Rodríguez
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Entrevista a Ariadna Fatjó-Vilas, editora de «The Act of Killing», el documental, dirigido por Joshua Oppenheimer, Christine Cynn y un director cuya identidad tiene que mantenerse en el anonimato que ha sido nominado a los Óscar.

La primera vez que asistí a la proyección de un trabajo de Ariadna Fatjó-Vilas fue en un festival de cortometrajes allá por el año 2007. El cortometraje en cuestión, Yours Truly (AKA Head Over Heels) era una pequeña obra maestra animada, en la que Frank y Charlie buscaban nada más y nada menos que el amor durante ocho intensos minutos. Su original propuesta visual y narrativa resultó galardonada en Chicago, Clermont-Ferrand, IndieLisboa y Hamburgo, por nombrar algunas de las citas festivaleras más relevantes dentro del mercado del corto. También fue nominado en los BAFTA y ganó el British Animation Award como mejor cortometraje de animación.

Tardé aún un par de años en conocerla, enterarme de que había trabajado en Yours Truly y conocer sus otros proyectos. Pero creo que ese, en particular, constituye una buena definición de la trayectoria profesional de Ariadna: una montadora con ojo para las buenas historias a quien no le importa afrontar proyectos arriesgados. Da igual si son largometrajes, vídeos musicales, o cortometrajes; animación o imagen real. Ya se presentía, por aquel entonces, que esta catalana graduada en la National Film and Television School en 2006 iba a dar mucho que hablar.

La idea inicial del equipo era grabar un documental con testimonios de las víctimas de la masacre, pero las autoridades les ponían continuamente trabas para rodar. Fueron las propias víctimas las que sugirieron que entrevistasen a los asesinos, cuyas atrocidades habían quedado impunes tras las matanzas.

A pesar de que sus trabajos ya habían sido presentados en festivales como la Berlinale, Tribeca o Annecy y emitidos por BBC, Channel 4, Canal+ o MTV es The Act of Killing el que ha puesto su nombre en boca de todos. Ariadna se confiesa “sorprendida por la acogida del público. Se ha estrenado en muchos países… aquí en Londres, por ejemplo, lleva 26 semanas en cartelera y en España ha estado un par de meses. Lo que realmente me impresiona es que la gente recomienda la película. Los premios y las críticas positivas siempre son fantásticos, pero si al final, el público no va a ver la película o va a verla y no le gusta, no sirven de mucho”.

El documental, dirigido por Joshua Oppenheimer, junto con Christine Cynn y un director cuya identidad tiene que mantenerse en el anonimato, no parte de una premisa fácil de digerir: el exterminio de presuntos comunistas ocurrido en Indonesia entre 1965 y 1966 narrado por quienes lo perpetraron. Para ello, se les pide a los asesinos que escenifiquen sus vivencias ante las cámaras, con repartos integrados por vecinos, conocidos.

Ariadna Fatjó-Vilas

Ariadna Fatjó-Vilas

La idea inicial del equipo era grabar un documental con testimonios de las víctimas de la masacre, pero las autoridades les ponían continuamente trabas para rodar. Fueron las propias víctimas las que sugirieron que entrevistasen a los asesinos, cuyas atrocidades habían quedado impunes tras las matanzas. Para sorpresa del equipo, estos eran vecinos de las víctimas, quienes vivían aterrorizadas y se veían obligadas a convivir con los asesinos de sus familiares día tras día. “Al principio pensaron que no querrían aparecer en cámara, pero las víctimas insistieron en que los asesinos les gusta alardear de lo que hicieron. Muchos de ellos son personas arrogantes a las que no les importó contar y hasta recrear los crímenes que cometieron”.

Una propuesta audaz y arriesgada, que supuso un auténtico desafío en la sala de edición: 1.500 horas de imágenes grabadas que desembocarían en dos versiones finales del documental: una de 157 minutos (que ha sido la más difundida) y una más corta de 115 minutos.

¿Cómo te enfrentaste, durante nueve meses, a trabajar con un material tan duro? ¿te afectó? En particular, para mi hay alguna escena muy dura que al estómago le cuesta dirigir. De todas formas, las historias que no son visualmente tan duras yo creo que impactan más. Hay historias que se me han quedado en la cabeza, barbaridades que no soy capaz de entender; cómo un ser humano es capaz de hacer cosas así. Te llevan a pensar en cómo somos las personas, hasta dónde podemos llegar. Yo creo que lo más abrumador de todo fue darme cuenta de que, a veces, me caían bien los personajes, darte cuenta de que te caen bien aún a pesar de los horrores que cometieron. Después, a la hora de trabajar, no es tanto el horror de las imágenes o los testimonios como temas más profundos que surgen de ellos. Me hizo reflexionar mucho sobre la naturaleza del mal, por ejemplo. Y también sobre un país que no ha lidiado con su pasado violento. Le doy vueltas a la relación con España, que es lo más cercano para mi.

Y, después de tanto esfuerzo, ¿qué se siente al ver la película por fin terminada? Es una sensación fantástica ver todos los temas q se plantearon durante el montaje aparecer de forma tan clara e impactante. Aún así, puede que sea más dura para otra gente, ya que los miembros del equipo tuvimos muchos meses para plantearnos y digerir todos los temas q aparecen en la película. En el proceso de montaje estaba todo muy abierto; tenías unos personajes que en la película final se ven arrogantes, cínicos, pero que, en la sala de montaje, a veces visionabas escenas de ellos como seres humanos y no podías evitar sentir simpatía.

El personaje principal, Anwar Kongo, evoluciona mucho durante la película. ¿Fue una transformación lenta? Anwar fue el entrevistado número 41 y sus intervenciones se rodaron durante siete años. Es un personaje ambiguo, muy cambiante, en algunos momentos parecía que se arrepentía y en otros no. Se le escogió porque parecía el más vulnerable de todos y, de esa manera, se podía sentir empatía hacia él. Si no hay un cierto grado de empatía, es muy complicado contar la historia de alguien que ha cometido tantas atrocidades. Su evolución se consigue a través del montaje, eligiendo las intervenciones para que el espectador pueda ver esa transformación.

La buena sintonía del director con los editores es fundamental en cualquier proyecto audiovisual, pero supongo que en una película con tanto material rodado y que trata un tema tan delicado resulta todavía más importante. Sí, en este caso la labor del director ha sido crucial. Éramos cinco montadores y él supo realizar una gran labor de coordinación de nuestro trabajo. Es una persona muy abierta a trabajar en equipo y nos escuchó en todo momento. Por ejemplo, todos podíamos aportar nuestra opinión sobre las escenas de otros. En un proyecto donde existe tanto material es importante, porque cuando estás trabajando puedes pensar en las escenas de tus compañeros y tener una visión global del proyecto. Fue trascendental que el director tuviese las ideas muy claras, si no, hubiera sido muy difícil construir la película, dado la gran cantidad de material. Trabajó mucho para implicar todo el equipo a lo largo del proceso y sacar el máximo rendimiento al hecho que había cinco mentes que sabían el material que había. Es algo que valoro mucho.

Hay historias que se me han quedado en la cabeza, barbaridades que no soy capaz de entender; cómo un ser humano es capaz de hacer cosas así. Te llevan a pensar en cómo somos las personas, hasta dónde podemos llegar.

The Act of Killing ha cosechado numerosos premios desde su estreno. Sólo por citar algunos, Berlinale, BAFTA al Mejor Documental, Documenta Madrid, European Film Awards, Sheffield, Toronto o IndieLisboa. Y, en el momento en que entrevistamos a Ariadna, está nominado a los Independent Spirit Awards y a los Óscar. La pregunta es obligada, ¿qué se siente cuando llega una nominación a los Óscar de Hollywood? “Flipas” dice Ariadna riendo “desde pequeña oyes hablar de los Óscar y que nominen una peli en que has trabajado es un sueño”.

Un sueño, sí, pero que la va a pillar trabajando. Mientras esperamos a que se den a conocer los ganadores el próximo dos de marzo, Ariadna reparte su tiempo entre tres nuevos documentales. Acaba de montar Right Between Your Ears de Sheila Marshall y Kris De Meyer, una exploración del pensamiento humano y de cómo las personas lidiamos los errores y las maldades que cometemos. Y en estos momentos está embarcada en Seeing Answers (título provisional) con el artista Marcus Coates y Estate sobre la gentrificación de Hackney, en el Este de Londres de Andrea Luka Zimmerman. Proyectos arriesgados y originales, que incitan a la reflexión y al debate. Como no podía ser menos.

www.brit-es.com/the-act-of-killing

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